Hace unos 5 años en el patio trasero de mi casa nació una mata de limón...
Supe que era de limón desde sus primeras hojas porque el olor a esta fruta cítrica salía de manera impresionante al frotar algo de su pequeño follaje.
Su nacimiento inesperado (porque yo no la sembré) me puso muy contenta. Pensé en los jugos que de sus limones bebería. Acondicioné por lo tanto su espacio y la cuide mucho.
Pasado los años, la mata no había crecido mucho, luego supe que este tipo de planta no alcanza gran estatura, pero la mía se pasó, no llega a 4 pies de altura. Lógicamente, después de tanto esperar, dejé de hacerle caso a la dichosa mata. Abandoné su cuidado y tampoco limpié su espacio, tanto así que una mata de auyama que se tomó todo el patio, le exigió a la pobre matita de limón el lugar que ella estaba usando infructuosamente, y para colmo otra mata, pero de chinola se le enredó para crecen en su diminuto tronco. Yo la vi en esa circunstancia, pero no la socorrí porque ya casi pensaba hasta en cortarla. Para qué quiero yo una mata de limón que solo sus hojas huelan a limón.
Hoy me llevé una sorpresa, la matita, arropada, ahogada y menospreciada, porta 4 limones y otros más en camino. Ayy papá. Que linda enseñanza, a veces estamos tan bien que se nos olvida nuestra función, tanta comodidad nos esteriliza. Entonces las situaciones, pruebas o circunstancias nos recuerdan para qué fuimos creados, y en ese momento solo podemos hacer dos cosas: morir ahogados por las circunstancias que nos rodean o dar frutos no importando las circunstancias que nos rodean.
Dios te recuerda que pelee tu espacio, tu lugar, tus tesoros, pero solo puedes exigir tu territorio si fructifica. Entonces y solo así las circunstancias serán otras. Esto aplica para trabajo, familia y ministerio.
Salmos 1:3 “Serás como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo y su hoja no cae; y todo lo que hace, prosperará”
Con amor: Judith Girón.
Supe que era de limón desde sus primeras hojas porque el olor a esta fruta cítrica salía de manera impresionante al frotar algo de su pequeño follaje.
Su nacimiento inesperado (porque yo no la sembré) me puso muy contenta. Pensé en los jugos que de sus limones bebería. Acondicioné por lo tanto su espacio y la cuide mucho.
Pasado los años, la mata no había crecido mucho, luego supe que este tipo de planta no alcanza gran estatura, pero la mía se pasó, no llega a 4 pies de altura. Lógicamente, después de tanto esperar, dejé de hacerle caso a la dichosa mata. Abandoné su cuidado y tampoco limpié su espacio, tanto así que una mata de auyama que se tomó todo el patio, le exigió a la pobre matita de limón el lugar que ella estaba usando infructuosamente, y para colmo otra mata, pero de chinola se le enredó para crecen en su diminuto tronco. Yo la vi en esa circunstancia, pero no la socorrí porque ya casi pensaba hasta en cortarla. Para qué quiero yo una mata de limón que solo sus hojas huelan a limón.
Hoy me llevé una sorpresa, la matita, arropada, ahogada y menospreciada, porta 4 limones y otros más en camino. Ayy papá. Que linda enseñanza, a veces estamos tan bien que se nos olvida nuestra función, tanta comodidad nos esteriliza. Entonces las situaciones, pruebas o circunstancias nos recuerdan para qué fuimos creados, y en ese momento solo podemos hacer dos cosas: morir ahogados por las circunstancias que nos rodean o dar frutos no importando las circunstancias que nos rodean.
Dios te recuerda que pelee tu espacio, tu lugar, tus tesoros, pero solo puedes exigir tu territorio si fructifica. Entonces y solo así las circunstancias serán otras. Esto aplica para trabajo, familia y ministerio.
Salmos 1:3 “Serás como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo y su hoja no cae; y todo lo que hace, prosperará”
Con amor: Judith Girón.
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